La videovigilancia: ¿control o seguridad?

Instalar un sistema de videovigilancia, ya sea en los accesos de nuestra vivienda o dentro de un comercio, puede parecer una solución de seguridad innovadora y definitiva.
Sin embargo, si analizamos la cuestión a fondo, vemos que existen muchos aspectos que no se toman en consideración antes de invertir en un sistema de este tipo, que puede llegar a ser bastante caro.

En la actualidad, las cámaras de seguridad están presentes en muchos ambientes públicos, en los medios de transporte, en los semáforos, en casi todos los supermercados, etc. De hecho, se han convertido en «los ojos de la sociedad», una forma de control que en el último decenio ha crecido de manera exponencial.
La presencia de las cámaras de seguridad tiene un doble efecto: por una parte, es una forma de garantía para los ciudadanos, los cuales se sienten más controlados y protegidos; por otra, plantea un problema relacionado con la pérdida de privacidad.

«La premisa es la libertad de los ciudadanos, que han de poder transitar por lugares públicos sin tener que sufrir demasiadas injerencias en su privacidad. Al mismo tiempo, es preciso conciliar dichas necesidades con las necesidades de seguridad de los ciudadanos. Así pues, el Supervisor ha establecido que la actividad de videovigilancia solo está permitida si se respetan los siguientes principios: licitud, necesidad, proporcionalidad y finalidad.»

Aún así, la instalación de cámaras de vídeo en el ámbito privado cada vez está más extendida para prevenir las intrusiones indeseadas y los robos, problema real y muy acusado.
Una cámara de seguridad, certificada por un cartel obligatorio, tiene una doble función en la protección de un local: por un lado, grabar imágenes para luego poder identificar a un asaltante mientras está cometiendo un delito y, por otro, servir de elemento de disuasión para un ladrón que tenga intenciones de robar. Así es, la videovigilancia sirve, en primer lugar, para disuadir a los posibles asaltantes y, en segundo lugar, para identificarlos. Pero, por sí sola, no impide ni obstaculiza los robos.

«Cámara de vídeo de seguridad» es un término bastante genérico. En efecto, aunque la función de control sea efectivamente un plus (a no ser que se logre eludir), la videovigilancia no se puede considerar un sistema de seguridad equivalente a un buen cierre mecánico o a una alarma electrónica.
Sería más apropiado considerar un sistema de videovigilancia como un buen aliado de las cerraduras de seguridad y de los antirrobos a la hora de proteger nuestras viviendas o negocios, para «prevenir o curar», siempre y cuando se instale correctamente y evitando el «hágalo usted mismo».
Otro aspecto que se ha de tener en cuenta es que no es suficiente instalar una cámara de vídeo cualquiera. Como repetimos siempre en nuestros artículos cuando hablamos de los sistemas de cierre: ¡uno no da lo mismo que otro!
Cómo elegir el modelo adecuado para cada necesidad es un tema delicado que abordaremos en un próximo artículo, en el que también hablaremos de cuál es la mejor ubicación de un sistema de videovigilancia completo. En general, siempre es conveniente acudir a expertos en la materia y evitar comprar productos de bajo coste, ya que podrían resultar inútiles. Pensemos, por ejemplo, en esas grabaciones completamente granuladas que no permiten identificar a los asaltantes debido a la mala calidad de las imágenes.

Para concluir, podemos afirmar que confiar solo en la función de control o de disuasión de las cámaras de seguridad podría ser insuficiente a la vez que un riesgo. En efecto, como hemos visto, la videovigilancia no puede sustituir a un sistema de protección mecánico y electrónico, cuya presencia es una condición mínima y necesaria para proteger los ambientes con riesgo de robo.

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