Privacidad, Seguridad y Sociedad

Cuando se habla de seguridad, normalmente se piensa a su lado práctico, como a proteger una propiedad con puertas y cerraduras de alta seguridad, o objetos de valor como, por ejemplo, motos y bicis con cadenas y antirrobos. En realidad, el término seguridad encierra un concepto aún más complejo;

 

cuando decidimos defender el lugar en el que vivimos, de fondo lo que realmente deseamos es protegernos a nosotros mismos.

 

No es coincidencia que cada véz más frecuente y enfáticamente se dedique tanta atención a la salvaguarda de la privacidad de los usuarios de servicios y aplicaciones. Asiduamente, sin embargo, no se presta la suficiente atención a algunos objetos que usamos cotidianamente y que, precisamente por esta razón, pueden contener información delicada que no queremos difundir.

Hablamos de smartphoneportátiles y tablet
que, en esta época histórica basada en compartir(nos) por redes sociales, paradójicamente, se nos hace difícil compartir.

 

A todos ha pasado alguna que otra vez de mirarse alrededor, en el autobus, en casa o en el trabajo, y ver a alguien sujetando con cierto apego su móvil o buscandolo desesperadamente creyendo haberlo perdido. Solo con pensar que un desconocido pueda hacerse con su contenido nos provoca cierta desagradable sensación de desconcierto. Y es que en las conversaciones chat, las búsquedas personales, las fotos y las aplicaciones, vamos dejando huella de todos esos pensamientos y acontecimientos que consideramos “nuestros”, “de propiedad privada”, “fuera de alcance”.

Ocurre tanto con todas las operaciones offline che efectuamos con tablet, ordenadores y laptops como con todas aquellas operaciones que requieren la introducción de contraseñas y datos personales en plataformas online, como en los frecuentes pagos en e-commerce o accesos a la cuenta bancaria.

Los mayores fabricantes de dispositivos electrónicos se empeñan en proporcionar cada vez más «funciones» para la salvaguarda de nuestra privacidad. Los smartphone de nueva generación, por ejemplo, ponen a disposición del usuario varias funciones para desbloquear el dispositivo y acceder a su contenido: por medio de una secuencia previamente establecida, de un código numérico/contraseña, de la huella digital o de un escanéo facial.

En conclusión, igual que para elegir una cerradura de alta seguridad que proteja la puerta de entrada, estudiamos detenidamente las opciones más seguras y, tras haberlo hecho, tomamos cotidianamente las precauciones necesarias para obtener la máxima defensa, deberíamos tener en mente que, si bien en el ”cyber mundo” no tenemos otra opción más que delegar a otros la responsabilidad de salvaguardar nuestra privacidad, simplemente dando o no nuestro consentimiento, un rol activo puede haberse también como usuarios, informandonos lo más posible sobre las compañías que suministran dichos dispositivos (véase este caso) y sobre la eficacia de las herramientas propuestas, antes de optar por uno o por el otro producto.

Saber es poder y Mr. Snowden lo tenía claro.

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