Se pueden ver en la ciudad durante las horas punta: jóvenes modernos y profesionales elegantes que pedalean en bicicletas viejas, destartaladas y medio oxidadas. Probablemente estarían más contentos si utilizaran bicicletas mejores, pero de esta manera esperan poder evitar una de las plagas más molestas que aflige a los ciclistas urbanos: el robo de la bicicleta. Es un riesgo que tiende peligrosamente a transformarse en certeza, y mucho más si se está obligado a dejar la bicicleta estacionada durante mucho tiempo, tal vez incluso de noche, en lugares de alto riesgo como las calles y las estaciones. Por esto quien no tiene otra alternativa está obligado, muy a su pesar, a utilizar una bicicleta de poco valor. La esperanza es que los ladrones dirijan su atención a otra bicicleta más apetecible. La certeza es que, aunque robaran la bicicleta destartalada, el daño sería reducido. Sigue leyendo
