Quien utiliza un barco, frecuenta el ambiente náutico o vive en localidades a orillas del mar, y también todo aquel que, por su trabajo, está en contacto con humos y vapores (por ej., los distribuidores de combustible, baños galvánicos, funderías, etc.), sabe muy bien el efecto que los agentes atmosféricos o determinadas condiciones ambientales ejercen sobre los objetos expuestos a los mismos por mucho tiempo. En efecto, aunque en determinados contextos podemos usar una máscara protectora, no podemos “poner la máscara” a los objetos que se encuentran en esos ambientes.
